miércoles, 18 de noviembre de 2009

Un te / Alejandro Becker


Un te, mozo; tráigame un te.
Hervido, como el hombrecito
detrás de la mampara sabe hacerlo.
Después de todo,
tirar unas hebras en la jarra inadecuada
en la que sirven no será ninguna ciencia.

Un te, en esas tazas horrendas
marcadas en el fondo por el tiempo,
o por la desidia del lavacopas de turno.

Sírvamelo como usted acostumbra:
derramando un poco en el platito
cuando lo vierte en la taza,
y no olvide las disculpas del caso.

Solamente un te,
para acompañar…no, nada.
Quiero disfrutar del gusto
y perderme en el aroma desabrida.
Quiero meditar sin entender
cómo hacer peor algo tan simple

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